Todavía muchas empresas tienen alguna duda o incertidumbre sobre el concepto de transformación digital, lo que los lleva a retrasar su decisión, preguntándose si será una moda transitoria y les genera dudas sobre la necesidad de llevar a cabo un proyecto de transformación digital.
Las primeras preguntas que se hacen son sobre la viabilidad de la inversión, y se cuestionan si vale la pena en función del retorno obtenido; otras, al menos, llevan cabo cambios en sus sistemas actuales, con actualizaciones, incluso cambio de algunos sistemas, ERP, CRM, etc., con lo que sienten estar incursos en un camino de transformación digital, cuando no es exactamente así.
La transformación digital implica un cambio relevante en la estrategia del negocio, en la forma de comportarse y relacionarse con sus clientes/proveedores/agentes, es un cambio cultural, incluso, que va a implicar cambios que, sin esfuerzo y sin ser conscientes, nos van a llevar a convertirnos en una organización diferente.
En este sentido, es indudable que las empresas, a raíz de la pandemia, han tenido que transformar procesos y forma de trabajo. Debido a empresas totalmente digitales nacidas en los últimos años, y los cambios que se están produciendo en tecnologías, están obligando a que se aborden proyectos de transformación digital de empresas con más antigüedad para que sus procesos y sus equipos se relacionen con los clientes de forma más ágil, provocado por las nuevas exigencias que los mercados están, poco a poco, imponiendo.
Además de las nuevas tecnologías, disponibles para todos, es necesario desarrollar la innovación, ingrediente fundamental para diferenciar verdaderamente la transformación digital. Ese espíritu creativo humano capaz de seleccionar las tecnologías adecuadas para cada modelo de negocio, incluso ser capaz de modificar el modelo de negocio, más rentable y eficaz, con las nuevas tecnologías, pudiendo llegar a resultados antes inimaginables.
Lo anterior se debe a que la transformación digital es mucho más humana que tecnológica. La tecnología está ahí, siempre disponible y cada vez más accesible para todos; sin embargo, si no cuenta con la innovación, no sacaremos el máximo provecho al cambio digital.
Solo con espíritu innovador seremos capaces de vencer más fácilmente ese rechazo innato que tenemos al cambio. Ese miedo, al posible error, nos puede limitar el carácter innovador de las personas. Hay que atreverse con el cambio, creer en el cambio y permitir que la organización genere innovación.
La capacidad para innovar, además de necesaria, estimula la creatividad que permite afrontar los desafíos del negocio, aumentando el nivel de compromiso de los colaboradores, quienes inmediatamente sienten que aportan a la creación de una nueva cara de la empresa, una que se caracteriza por ser más eficiente, amigable con el ambiente y, por supuesto, más humana.
Debemos comenzar a definir unos objetivos y estrategias adecuados y consensuados con las personas, que serán los mentores del cambio digital, encabezado por los líderes, que deben empujar la innovación a todos los niveles de la organización, solo así conseguiremos que toda la organización asuma como propios los cambios que se implementen, con la fuerza que representa para cualquier proyecto una estrategia top-down. Se deben involucrar todos los niveles jerárquicos de la organización, sino será más complicado llevar a cabo con éxito la transformación digital.
Sin la involucración de las personas de la organización, no conseguiremos extraer el 100% al resultado de la transformación digital. Debemos permitir que sean las personas las que, no solo ejecuten, sino participen en la planificación y definición de lo que será la transformación digital.
